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miércoles, 26 de septiembre de 2018

Enamorar

Por Miguel Cruz Suárez

En el mundo de las historietas o el comic – se le conoce de ambas formas – se utiliza bastante la imagen del hombre primitivo dando un mazazo a la fémina de su preferencia y cargando con ella hasta la caverna. Como se sabe aquello es probable que nunca ocurriera, pero la tarea de enamorar debe haber sido bastante complicada mientras no apareció el lenguaje articulado, había que meterle mano a la mímica, a los gestos y armar su buen tira qué jala, aunque no se llegara a la fractura de cráneo.
Más adelante, ya con algunas palabritas en el cargador, los prehistóricos seguramente mejoraron las tácticas del romanceo y junto con un buen pedazo de Mamut acabado de sacrificar, deben haber usado una que otra frasecita melosa para ¨tumbar¨a la jevita paleolítica.

El tiempo pasó y pasó, la humanidad se fue haciendo más civilizada y con ello se enmarañaba cada vez más el sublime acto de la conquista amorosa, el galanteo se cubrió de ceremonias que exigían una superior inteligencia y algunos recursos escritos u orales, si se quería triunfar en el empeño de obtener a anhelado SÍ de la doncella.
Aparecieron largas y apasionadas cartas; poemas bañados de lágrimas y ruegos; ramos de flores diversas y polícromas; serenatas a la luz de la luna y hasta terribles guerras entre pueblos o naciones. Se hacía y se decía de todo con tal de obtener la mano (y un poquito más) de las pretendidas.
Hasta hace unas décadas la ¨Muela¨ era responsabilidad exclusiva de los varones (aunque había algunas chamacas de mucha iniciativa) la declaratoria era oral y sin tecnologías, nada de SMS previo con insinuaciones o mensajitos en el chat llenos de perritos desenterrando corazones o cupidos lanzando flechitas. Tenías que darle la cara al asunto sin más recurso que unos cuantos ensayos delante del espejo o frente a algún amigo ya diestro y algo experto en esas confesiones ardorosas.
Yo recuerdo a Carlitos, al que todos conocían por ¨Rima Sabrosa¨, que era el consejero más codiciado para esos menesteres en el barrio, te daba la receta perfecta y te decía si la damita de tus sueños era conquistable a base de pocos verbos o si tenías que descargarle su combinación preferida a base de Neruda con Marco Antonio Solís y dos cucharadas de Camilo Sesto.
No se me olvida que en una ocasión vino a contarme, algo preocupado, que la varilla se le había puesto alta cuando Manolo el Gago le pidió asesoría para irle por el medio a Zenaida, alias ¨Guitarra en Pausa¨ así apodada por el apretón que se aplicaba en el abdomen buscando una cintura pequeña que se esfumaba nada más soltar las amarras.
Entre los dos llegamos a la conclusión que la única opción posible era subtitularle la muela al gago y que le pasara los pormenores por escrito a la muchacha; así se hizo, pero al rato vino el desgraciado con lágrimas en los ojos contándonos que no había salido bien en el examen porque Zenaidita le hizo una sola pregunta adicional ¿ESTÁS DISPUESTO A PASAR LA VIDA CONMIGO? Y cuando él le respondió afirmativamente con la cabeza, ella lo fulminó con: ENTONCES ARGUMENTA TU RESPUESTA.
En fin, que ahora con eso de la modernidad muchos tratan de ir directo al asunto y formar el TOCA TOCA en el primer asalto de la pelea, pero no siempre triunfan porque ¿A quién no le gusta que lo(la) enamoren?

El autor es cubano, colaborador de los periódicos Granma y Juventud Rebelde.

La Bicicleta

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