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domingo, 25 de marzo de 2012

Nuestra Inaceptable Economía

Por Felipe Lora
Servicios/Noticiasatiempo 
E-mail: josemlct11@hotmail.com


A pesar de que la revolución industrial comenzó en el mismo siglo que nuestra independencia (1800), la creación de nuevas industrias nativas es mínima y  las existentes,  pierden  empleos  a una velocidad   
promedio del 1.8 % del total de empleos formales1 que existen en el país.
Según el Análisis del Sector  Industria2,  realizado por la Dirección General de Impuestos Internos, sólo 22 de cada cien empleados formales  trabajaron en este sector en el 2010, en  comparación al 33%   en el 2005.
La industria dominicana no sólo esta estancada, esta en franca decadencia.
Las razones, aunque varias, se pueden concentrar en dos grandes renglones: El fracaso de nuestro sistema educativo y la desequilibrada acumulación de bienes.
Nuestro sistema educativo, por diseño o por falta de interés, no ha dotado al país del capital humano necesario para crecer en el renglón manufacturero y la concentración de los recursos, en manos de la “vieja y atrasada” oligarquía, ha limitado el desarrollo de los  emprendedores y/o capacitados quienes, por falta de capital, se ven forzado a buscar fortuna en el exterior.
Las consecuencias de lo anterior fueran mínimas si nuestra economía estuviera sostenida por la agricultura. Sin embargo, la industria agraria dominicana, en declinación desde la danza de los millones, ha visto los pequeños agricultores desaparecer, mientras que el continuo éxodo de los campesinos  hacia a las periferias de las grandes ciudades, sigue saturando el frágil e ineficaz sistema de servicio gubernamental.
Según el mismo análisis, ¡solo el 2% de los empleos formales fueron creados por el agro!
La falta de industrias, donde los obreros puedan trabajar, y la falta de tierra, donde los campesinos puedan producir,  han creado las condiciones perfectas para convertirnos en un país económicamente dependiente, sumergido en las profundidades del subdesarrollo.
La falta de preparación, el desempleo  y la concentración de la población en las ciudades ha devaluado la fuerza de trabajo. Los empresarios, ignorando las débiles leyes laborales, abusan del obrero. Esto ha dado lugar a la cultura de la cuasi- esclavitud, convirtiéndonos en un país donde el que tiene un empleo, por insignificante que este sea, debe sentirse “agradecido” y con “mucha suerte”.
La economía de servicio ha crecido como la única opción de subsistencia y se ha convertido en la principal fuente de empleos en la nación, como lo demuestra  el Análisis del Sector  Industria2,  al indicar que,  de cada cien trabajadores formales, 76 trabajan en el sector servicios.
Los echa días, los jardineros, los cocineros,  las prostitutas y bailarinas, las empleadas domésticas3, los meseros y hasta los peluqueros 4 se han multiplicado, a una velocidad extraordinaria, saturando el  mercado  y popularizando la frase de que, “en éste país, cualquiera esta dispuesto a echar un día por un plato de comida.
Según la socióloga Marina Ortiz y Gerald F. Murray, en su libroPelo bueno, pelo malo: estudio antropológico de los salones de belleza en República Dominicana 4”, 155 mil dominicanos trabajan en salones de bellezas, mientras que Ruth Díaz, Presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Trabajadoras, en declaraciones publicadas en almomento.net  afirmó que mas de 250 mil mujeres trabajan como empleadas domésticas5.
Por su parte, los emprendedores se han convertido en “chiriperos”.  Venden plátanos, helado, frio-frio (yun -yun), ropa usada, comida, café y desde menta “verde” hasta cigarrillo en una paletera. Otros viven del concho y del moto concho, son buscones, llenan  formularios y hasta sacan cédulas y placas.
Mientras tanto,  los trabajadores y obreros especializados, como lo son los de la construcción, ven sus oportunidades reducidas por la avalancha de aprendices en sus correspondientes profesiones.  Cualquier vivo se convierte en electricista, carpintero, albañil, pintor, y hasta en herrero. La calidad de trabajo disminuye mientras que la insatisfacción y el descontento aumenta dentro de la población.
La pérdida de la confianza, por parte del pueblo, en los profesionales capacitados, los empuja hacia  el “chiripeo” profesional.  La economía se convierte en economía de servicios malos y sin regulación. Esta situación crea las condiciones propicias para que empleos como los de las Zonas Francas y los de Turismo sean vistos como una “bendición” en lugar de cuasi-esclavitud.
Decenas de miles de trabajos que requieren mínima o ninguna preparación académica son ofrecidos  por las industrias turísticas y de la Zonas Francas a cambio de cientos de miles de millones en incentivos y facilidades”. Incentivos y facilidades que les son negados a los pocos industriales dominicanos.
Por ejemplo, según el Banco Central 6, en republica dominicana un millón 600 mil dominicanos trabajan en el renglón turismo, mientras que  según datos estadísticos de Adozona7, las Zonas Francas emplean cerca de 200 mil dominicanos.
La crítica situación económica y las limitadas opciones promueven el trabajo infantil (cerca de 400 mil  en el 2010 según IPEC 8) y obligan a una gran parte de la población al trabajo mal pagado y sin beneficios, al subempleo y al desempleo, creando las condiciones perfectas para “largarse” en una yola.
Es por eso que,  una gran parte de los dominicanos, dominicanos con grandes sueños pero sin oportunidades, dominicanos con deseos de sembrar pero sin tierra, dominicanos ignorados por el sistema, deciden arriesgarlo todo en busca de una mejor y más humana forma de vida.
Es así como, médicos, ingenieros, arquitectos, albañiles, pintores, electricistas, mecánicos, técnicos, campesinos, obreros, letrados, analfabetos, bailarinas, empleadas domesticas, bodegueros, choferes, y hasta los hijos de machepa, decidieron un día, unirse al ya, mas de un millón de exilados económicos, para convertirse, con sus remesas,  en el sostén  económico del país que, además de ignorarlos, los abandonó.
Hoy, por la falta de visión de nuestra arcaica oligarquía y la ineptitud de quienes nos han gobernado, sin agro, sin industrias, y sin educación, nos hemos  convertidos en adictos de las remesas, de los préstamos,  de los turistas y de las Zona Francas donde, empresas extrajeras compran por migajas, la fuerza de trabajo de los pobres  dominicanos.  
Nos hemos convertido en sirvientes de quienes, con dólares, se asoman a nuestras costas.
En otras palabras, y sin querer molestar  a Duarte, estamos pagando el abandono del agro, de  la industria, de la educación y de nuestros pobres, con la soberanía de la nación.
¡Esto es inaceptable!

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