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viernes, 31 de marzo de 2017

He aprendido que…

Pedro Dominguez Brito
Especial/Noticias A Tiempo.Net
E-mail: josemlct11@hotmail.com

He aprendido que cuando tenemos razón y buen juicio, aparecen algunos perversos que nos lanzan flechas envenenadas. En tales casos, además de paciencia, debemos tener un impenetrable caparazón que proteja nuestro corazón y nuestro cerebro.

He aprendido que no hay peor ignorancia que la de los osados, la de esos pigmeos del conocimiento que juran que todo lo saben y todo les luce. Y si la ineptitud va acompañada de malicia, se torna peor. Y si sienten que tienen algo de poder, el envalentonamiento es alarmante, y al final autodestructivo.

He aprendido que debemos apartarnos de los que viven justificando sus errores, echándole la culpa de sus fracasos a medio mundo. Estos personajes no avanzan, pues en vez de revisarse para mejorar, se la pasan excusando sus faltas y acusando a los demás cuando algo les sale mal. Evitemos a esos individuos, que la energía negativa que transmiten es contagiosa y azara nuestro porvenir.

He aprendido que debemos hablar y callar cuando se debe. No son pocos los que, con innumerables oportunidades para triunfar, pierden esos momentos claves del destino por soltar frases imprudentes, algún monosílabo inapropiado o por quedarse mudos.

He aprendido que la verdad tarde o temprano resplandece, que las calumnias son espumas que desaparecen y que las bajezas de algunos se combaten con tres armas: dignidad, inteligencia y trabajo. Los que promueven la maldad son infelices, ya que andan atrapados en sus enredados laberintos espirituales. Ellos no pueden dormir en paz, pues se acuestan rodeados de sus propios fantasmas.

He aprendido que el valor de las cosas es proporcional a lo que aporta al semejante. Lo material por sí mismo es lodo, y si se comparte es tierra fértil. El egocentrismo lesiona a quienes nos rodean, inclusive a desconocidos. Existen pocas satisfacciones tan relevantes como la de servir al prójimo. Hacer el bien en secreto tiene un valor indescriptible.

He aprendido, que en la vida hay que estar dispuesto a rebelarse, a ser auténtico, a contradecir, a equivocarse. Hasta tener su pequeña dosis de salvajismo y de locura es positivo, lo cual puede lograrse a plenitud no solo respetando la moral universal, sino luchando por defenderla.

He aprendido que vivir no es andar decaído, lamentándose hasta de un simple estornudo, sin planes, sin metas, sin esperanzas, sin nobles ambiciones. Vivir es no rendirse antes de iniciar, ni luego de iniciar, ni en el medio del proceso, ni al final del proceso, ni cuando se pierde, porque de todo episodio surgen aprendizajes. He aprendido que vivir es decidir.

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