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domingo, 15 de julio de 2018

¡A formar nuestro “banco de horas”!

Por Pedro Dominguez Brito

Lo dijo san Agustín: “El mundo es un libro y aquellos que no viajan solo leen una página”. Para muchos, y me incluyo, viajar es la mejor inversión. Conocer otras culturas no tiene precio, cada una tiene su encanto, su olor, su sabor y ninguna es superior o inferior a otra, sí distinta.

Al viajar se enriquece nuestro espíritu, nuestra mente se amplía, disminuyen nuestros prejuicios, nos deleitamos con las maravillas que Dios ha creado y apreciamos mejor nuestro país; también nos hace comprender que somos parte de un mundo hermoso, dinámico, colorido, con más luces que sombras.


Cuando visito otras naciones acostumbro reflexionar en algún lugar emblemático, como una catedral o un museo. Ahora estoy en Beijin contemplando la Gran Muralla China. En este instante me siento como Confucio filosofando y hablando de justicia, del estudio y de la caridad. Nos enseñó que las máximas virtudes son la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados; y, con relación al buen gobierno, una sentencia: que si el príncipe es virtuoso, los súbditos imitarán su ejemplo.

Entré al túnel del tiempo y reviví parte de la esencia del pensamiento oriental. Desenterré la gloria atrapada debajo de cada piedra. Respiraba sabiduría. Todo es efímero, aun lo majestuoso. En medio de esta proeza del hombre concluyo que la riqueza radica en la paz, en amar lo cotidiano, respetando lo que nos formó y tiene interés para la humanidad.

El que respira motivado por lo material nunca se saciará. Sus bolsillos tendrán profundos huecos. Anhelar en exceso lo que se compra y se vende nos convierte en infelices, a diferencia de tener altos y nobles ideales y luchar por hacerlos realidad.

Disfrutemos las construcciones que llenaron de gloria la historia de los hijos de Dios. Eso sí, como personas evitemos ser ruinas deslumbrantes, pero sin utilidad. Es preferible ser un pequeño ladrillo que funcione para sostener un puente, aunque pasemos desapercibidos.

Frente a La Gran Muralla China recuerdo a mi monumento a los Héroes de la Restauración de Santiago, al igual que la pequeña tarja en honor al padre Ramón Dubert colocada en una de las calles de la Ciudad Corazón. Y me impresiona todo por igual, o, quién sabe.

Es que el valor de las cosas es el que le damos, no el que tiene etiquetado o el que la fama pretende otorgarle. Al finalizar estos apuntes prometo que pronto haré otros recorridos. Viajar refresca el alma y el cuerpo. Y termino con otra frase inspirada en el santo de Hipona: “Cuando viajo es como si leo y cuando leo es como si viajo”.

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