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domingo, 23 de octubre de 2016

El matrimonio gay provoca a los católicos conservadores

Miembros y simpatizantes de la
comunidad homosexual participan
del orgullo gay.
(EFE/Ulises Ruiz Basurto.)
“Ellos nunca aceptaron el revolucionario concepto de la libertad individual”.

Fuente, Diario.com.do

“¡Resistencia! ¡Resistencia!” instaba la voz que brotaba del megáfono, incitando a las decenas de miles de manifestantes que agitaban banderas azules y rosadas en el lujoso XVI Distrito de París el domingo.

Un grupo de personas que rondaban los 60 años de edad pasaron caminando, sosteniendo rosarios, y recitando el Ave María. Los sacerdotes con sotanas negras, algo que se ve muy poco estos días, caminaban junto con pulcras familias vestidas con camisetas Lacoste tipo polo, gabardinas de colores y mocasines marrones. Algunos portaban banderas de la monarquía blasonadas con la flor de lis; y muchos más portaban la bandera francesa. Niños de cabellos dorados, corriendo o en cochecitos, parecían formar más de la mitad de la multitud.

Los manifestantes de La Manif Pour Tous (marcha por todos), el movimiento que nació en oposición a la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo introducida en 2013 por el presidente François Hollande, se diferencian de los desaliñados manifestantes que han tomado las calles de la capital este año para oponerse a la reforma del mercado laboral. Pero, al igual que ellos, son una fuerza con la que hay que contar.

Esta racha de conservadurismo católico francés se remonta a mucho tiempo atrás. En 1905 los conservadores católicos lucharon contra los republicanos anticlericales que intentaban establecer una estricta separación entre la religión y el estado. Hoy se movilizan en asuntos que les resultan cercanos: la familia y la educación privada.

En 1984 protestaron masivamente contra la ley de François Mitterrand para limitar la financiación pública disponible para las escuelas (la mayoría de las cuales son católicas), obligando al presidente socialista a dar marcha atrás. Más recientemente, la oposición francesa al matrimonio del mismo sexo ha sido la más feroz en Europa.

“Es una fuerza constante desde la Revolución”, dice Laurent Bouvet, profesor de ciencia política de la Universidad Versailles Saint-Quentin-en-Yvelines. “Ellos nunca aceptaron el revolucionario concepto de que la libertad individual debía prevalecer sobre la autoridad moral del sacerdote o del cabeza de familia. Desconfían del concepto de igualdad”.

Philippe, un estudiante de 22 años de edad quien se negó a dar su apellido, me dijo: “No existe la igualdad de derechos. Existe la ley que define qué personas están autorizadas a hacerlo o no. Hasta hace dos años, sólo se permitía el matrimonio entre un hombre y una mujer. Si se trata de igualdad, entonces el siguiente paso es permitir que quienes participen en un ‘ménages à trois’ se casen”.

Su amigo Gaspard, de 23 años, seminarista de Burdeos, dijo que el presidente Hollande estaba erosionando los valores familiares al desafiar las nociones convencionales de género. “La idea de que el género no está predeterminado es incorrecta”, dijo.

Albert, de 35 años, ejecutivo de empresa y residente de Louveciennes, un acaudalado suburbio parisino, pasó rápidamente empujando a dos de sus ocho hijos en un cochecito. Dijo que le preocupaban las sentencias judiciales que evaden una prohibición sobre la procreación médicamente asistida para parejas del mismo sexo. “No quiero imponerle mi religión a nadie”, dijo. “No es homofobia. Sólo quiero proteger a mis hijos”.

Philippe, Gaspard y Albert no me resultan totalmente ajenos. Me recuerdan a mis primos lejanos que veo en Córcega en el verano. Son el tipo de personas que escriben al Vaticano para quejarse de que el Papa Francisco es demasiado liberal.

Esta vez hubo menos manifestantes que en 2013, pero el resentimiento hacia la élite secular gobernante parecía igualmente profundo. “Están en el lado correcto de la batalla”, dijo Marie-Claude Bompard, la alcaldesa de extrema derecha de la sureña ciudad de Bollène, a la multitud en París. “No es necesario ser un graduado de ENA [la exclusiva escuela que educa a altos funcionarios] para entender que se necesitan un hombre y una mujer para tener hijos”.

Este político no era el único cortejando el voto de los católicos ese día. “Quien gane la nominación presidencial de la derecha tendrá que escucharlos”, dice el Sr. Bouvet.

Por Anne-Sylvaine Chassany (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved

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