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viernes, 2 de septiembre de 2016

Pelo bueno, pelo malo

Grisbel Medina R.
sonriete_gris@hotmail.com
Fuente, Listin Diario

La sala Signos de Identidad del Centro León de Santiago retrata fielmente la resistencia a ocultar “lo negro” y priorizar “lo blanco” en la cultura dominicana. Mientras el legado europeo está hiper iluminado en lugar, el fututo, los cueros y la marimba africana aparecen detrás de un retablo que es preciso vencer a fuerza de curiosidad para poder apreciarlo.

En pleno siglo XXI nos sigue preocupando los rasgos de la descendencia, destacando en conversaciones las venas orientales, árabes o españolas de “mi familia” por encima del negro que todos tenemos detrás de la oreja. A estas alturas persiste un tratamiento diferenciador si usted ha de tener “pelo malo” o en cambio “pelo bueno”.

Y fíjese que el asunto tiene ribetes mundiales. Recientemente alumnas negras de un colegio sudafricano “denunciaron que algunos profesores del centro les obligan a alisarse el pelo al entender que su cabello natural está ’desaseado‘ y es inapropiado, lo que ha generado una protesta por supuesto racismo”. Y por esta razón, según el reporte publicado en LD, “estudiantes y padres de varios colegios de la capital sudafricana se concentraron ayer frente a las instalaciones del prestigioso instituto Pretoria -que en sus orígenes era una institución solo para niñas blancas- para denunciar lo que entienden como un acto de racismo”.

Está fresco el caso de la politóloga Nicky González Méndez, quien denunció que la destituida ministra de Educación Superior, Ligia Amada Melo, le negó una beca de posgrado por su pelo afro. Las redes circularon el testimonio de la uasdiana ante la ex súper ministra hoy cesante: “Pues hoy la honorable ministra, en mi cara, delante de otras personas que esperaban verla me dijo: yo no le doy becas a personas que tengan el pelo como tú, soy anticuada, pero no”. Yo todavía trato de insistir y me repite muy alto: “No insistas, no le doy beca a personas que tengan el pelo como tú”. Se me salieron las lágrimas delante de todos.

En un país de negros los rizos de la politóloga importaron más que su índice académico, el pelo afro más que su esfuerzo por estudiar. Reflejo del atraso y la discriminación que persiste en pleno sol del siglo XXI.

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