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martes, 9 de febrero de 2016

Entre Mozart La Para y la chopería estatal

Es más, Mozart La Para es expresión de la visión que sustenta una cultura de poder pedestre, festiva y chocarrera. La Para fue galardonado por sus valiosos “aportes musicales a la sociedad dominicana”.

José Luis Taveras. 
Fuente, Acento.com.do

Un colectivo de jóvenes depositó la pasada semana una nota de protesta ante el Ministerio de la Juventud por el premio que esta entidad le concedió al intérprete urbano Mozart La Para en el marco del Premio a la Excelencia Juvenil Juan Pablo Duarte 2016. El artista fue galardonado considerando “sus aportes musicales a la sociedad”. Al margen de las ponderadas razones que animaron este reclamo, en el hecho subyace una realidad más honda.
Wolfgang Amadeus Mozart y
 Mozart La Para.

Más que considerar la justeza o no del reconocimiento, se impone valorar la acreditación de la entidad que lo otorgó: un ministerio funcionalmente irrelevante, creado en el papel con las intenciones más bondadosas, pero deformado en la práctica por los extravíos y vicios propios de nuestro mercadillo político. Se trata de una de las dependencias “chiquitas” de bajo presupuesto diseñada a la imagen y semejanza de las secretarías de la juventud de los partidos políticos. El estatus ministerial le queda grande a un despacho con severas limitaciones presupuestarias y operativas, de ahí que su desempeño fáctico se vea reducido a obras de beneficencia selectiva, como becas, campaña o misiones sociales, donaciones, premiaciones, concursos; en fin, una suerte de Lotería Nacional para la juventud.

Obviamente, los beneficiarios preferentes de su accionar —y no me refiero a los premios— suelen ser hijos y familiares de los funcionarios, así como dirigentes o vinculados del partido oficial. De manera que desde tal perspectiva era muy rigurosa la protesta de los jóvenes para la comprensión e interés de las mentalidades arraigadas en esas burocracias. No podemos esperar manzanas de la batata.

Las premiaciones se valoran por quien las da. Los protestantes erraron en presumir que la dependencia gubernamental premiadora tuviera la capacidad para admitir las sinrazones de su decisión; era autonegarse. Particularmente considero que el tipo y la naturaleza del reconocimiento no correspondían al perfil del galardonado, más cuando se justifica en los “aportes musicales a la sociedad” del “artista”. Mozart La Para puede ser premiado dentro de su oficio y por los críticos de su “arte”, pero considero desatinado extravasar ese mérito a campos extraños a las condiciones que le han dado fama y dinero. Creo que la institución reveló su talla, de ahí que, a pesar del desacierto, los actores de la premiación estaban de igual a igual con el galardonado. Esta conclusión no tiene que ver con el tipo de música ni con el talento presumido o real del vocalista, sino con el escaso rigor que suele animar las decisiones populistas. No obstante, el anodino incidente puso de relieve una condición cada vez más acentuada de la administración pública: su “chopismo”.

El Diccionario del español dominicano (Academia Dominicana de la Lengua, Gaceta Judicial, Santo Domingo, 2013) define chopo como “de poca clase, vulgar” o “de mal gusto o de poca calidad”. Y la calificación no es necesariamente para el galardonado sino para la premiadora. Lo enfatizo porque ya he leído algunas defensas al cantante que juegan con su victimización social, alegando que la protesta ha sido montada por tratarse de una persona que viene de abajo. Todo lo contrario, hay muchos jóvenes valiosamente talentosos que comparten la anterior extracción social de La Para. El chopismo le corresponde a un Estado nepotista que mantiene graciosamente a familiares, vinculados, faranduleros y vagos políticos en desmedro precisamente de esa juventud que se prepara con apuros indecibles y que, por no acreditar una militancia partidaria, sufre la exclusión laboral.

Uno de los indiscutidos logros del primer gobierno de Leonel Fernández fue modernizar la burocracia gubernamental. La gestión de despacho y la prestación de los servicios administrativos se hicieron más eficientes con la incorporación de la digitalización, la adecuación de las infraestructuras, la reforma de la carrera administrativa y la implementación del gobierno electrónico. Ese avance poco a poco fue socavado por la masificación de la administración fruto del clientelismo político. Los salarios de los funcionarios no solo superaron por cinco las posiciones equivalentes en el sector privado, sino que los criterios para entrar en la nómina gubernamental se viciaron obscenamente, al tiempo de que la corrupción se hizo pandémica. Hoy, la administración pública es un conglomerado promiscuo de asalariados de todas las raleas. Constituye un esfuerzo titánico determinar su verdadero tamaño y composición, ya que bajo los conceptos más difusos y opacos se han creado millares de asesorías y contrataciones nominales de gente que no trabaja. El Ministerio de la Juventud es apenas un lunar. Para ilustrar basta considerar el Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyo tamaño en personal supera proporcionalmente al de Francia, Gran Bretaña o Brasil. Este ha sido el ministerio premium para las amantes de los funcionarios.

Danilo Medina es un activista del populismo pragmático. Cuando era Secretario de la Presidencia, en la primera gestión peledeísta, se ocupaba de las colocaciones de la dirigencia en las posiciones del Gobierno, de la atención a los reclamos menudos de la militancia y de la asistencia a los apremios de la base del partido. Tenía una relación cercana, vital y cotidiana con la militancia. Eso le permitió granjearse la simpatía de muchos dirigentes que tenían poco acceso al presidente Fernández. Ahora su gobierno refleja esa impronta: un político de repartos, carguitos, nombramientos y negociaciones de bagatelas. Por eso armó, en poco tiempo, los pactos políticos más impensados con base en canonjías, empleos y contratas. Su mentalidad como estadista tiene el justo tamaño de una burocracia benefactora y paternalista. Además de su gigantismo, el Estado dominicano, con casi setecientos mil empleados, es un acertijo indescifrable de deformaciones, duplicidades, superposiciones y asimetrías institucionales y salariales: un caos planeado.

De manera que en este estado de postración sería quimérico pedirle a un “ministerio” criterios exhaustivos para el reconocimiento de los paradigmas de la juventud dominicana. Es más, Mozart La Para es expresión de la visión que sustenta una cultura de poder pedestre, festiva y chocarrera. La Para fue galardonado por sus valiosos “aportes musicales a la sociedad dominicana”. Como referencia a esa excelsa contribución dejo a continuación una antología capsular de su acrisolado talento:

Yo ando buscando un mujerón con el saco/Mírame en la calle, coño estoy que doy asco/Es Toño Stone con un cuero, con pelos en los sobaco/Mujerón con el saco, con pelos en los sobaco/A mi me dijeron que pa’ encontrar la princesa azul hay que besar mucho maco/Pero yo siempre estoy moca con los maco/Porque cuando me sacan la lengua me da asco. 

Ando armao, bebío y con cuarto/En el cielo manda Dios/En la Iglesia manda el padre/En mujeres mando yo/Y en mi güe (vo)..! no manda nadie.

(Mozart La Para, Premio Nacional de la Juventud Juan Pablo Duarte 2016)

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