Grisbel Medina R.
Fuente, Listin Diario
En el mundo enemistado de los pliegues y la piel quebradiza por los avatares de la vida, existen dos queridas madres y abuelas que desafían turbulencias de salud y son incansables ejemplos del buen hacer y el querer. Elsa Brito, la maestra de siempre, reside en una casa de galería revestida de flores. Un hogar cálido con antiguas mecedoras y paredes tapizadas de recuerdos, rosarios y la bañerita donde chapalearon sus cinco hijos. Doña Elsa lleva 80 años celebrando amaneceres, escribiendo, formando, organizando, impulsando proyectos culturales, literarios, de fe.
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Elsa Brito, madre del procurador general de la República. |
La otra es “buela Aida”, mi amada abuela. Dueña de un pasado heroico, supo criar con entereza, en amor y lejos del vicio a una prole de cinco. La pobreza no disminuyó su ejemplo y fuerza al enviudar del juez. En venganza a penurias pasadas, Aida es la pieza infaltable en los ®guiriguiris familiares® sea en Washington, New Jersey, Santo Domingo, Santiago, San Francisco de Macorís, Salcedo o San José de Conuco. Sus ganas de pasársela bien y andar no conocen fronteras geográficas. Además, aunque nadie se pare, ella -siempre impecable- inaugura la pista que sea con lo que suene banda en vivo o el conjunto agujita.
En doña Elsa y ®buela Aida®, residen el amor y la reciedumbre. No recuerdo un enojo de mi abuela ni una frase fuera de tono. Suele calmar los males del corazón, del estómago y suavizar cualquier escollo familiar con su buena entonación. Doña Elsa siempre tiene una sonrisa para brindar y las manos llenas para compartir. Y es difícil que usted se marche con hambre de la cocina que tenga a Aida al frente.
Benditas Elsa y Aida, las madres abuelas de corazón noble y piel marchita por tanto buen hacer y tantísimo querer.
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