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viernes, 13 de junio de 2014

Cultura del envase

Grisbel Medina R. 
Fuente, http://listin.com.do/

Eduardo Galeano es un periodista y escritor de mirada profunda, un retratista de Latinoamérica y el mundo. Tiene la virtud de echarnos en cara el cinismo social, lo establecido que rige la humanidad con tal de no ser tachada de loca o desadaptada. Desarropa el afán de danzar al son que te mueva la conveniencia, a sacrificio de lo verdadero y trascendente, de la verdad y la felicidad en lo que el dinero no puede comprar, de lo auténtico, de los derechos y la justicia.

Y él, ha dicho ñcon razón- que vivimos en plena cultura del envase, porque “el contrato del matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios”.

Al dar un pésame importa mucho la pinta con que acudes y de paso te fijas en la ropa de los deudos, la calidad y cantidad de las coronas de flores y la notoriedad del público que acudió al mortuorio. En bodas importa más la celebración en palacete de ensueño, si hay “hora loca”, el artista contratado, el vestido de una novia atestada de brillantes, a la felicidad ñsi es que la sienten- el par de novios que decidieron ño le ordenaron- acompañarse por el resto de sus días. 

Por la ropa y no por tu alma, la cultura del envase hizo que la felicidad sea un chispazo de luz cuando te dicen que estás linda. La cultura del envase hizo que el cómo andaba fulano sea más importante que si el individuo llegó bien. En fin, lo más importante es “se ve bien”, por encima de “se siente bien”. 

Con el ímpetu de las redes sociales, es hoy más evidente el forzoso rubor humano para que todo se vea espectacular. Y curiosamente hoy que tanta realización se desborda por Instagram y Facebook, aumentan las estadísticas de suicidios, quienes decidieron abandonar este mundillo patas arriba, como también escribió Galeano.

Y de ñapa, si eres mujer, por la cultura del envase, necesitas un carro que te represente, una pareja que te represente, un trabajo que te represente: que te conceda el valor que deberías tener por ti, por lo que eres y no por cosas que nadie ha logrado acomodar en un ataúd.

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