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Expresidente Leonel Fernández. |
Margarita Cordero
Fuente, http://www.7dias.com.do/
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SANTO DOMINGO, Republica Dominicana.- El 27 de marzo de 2011, cuando la actual Constitución apenas gateaba, el Palacio de los Deportes desbordó su aforo. Ese día, un exultante Félix Bautista ponía a los pies de su padre putativo 2.2 millones de firmas de dominicanos y dominicanas que, según los colectores, suplicaban al todavía presidente presentarse a la reelección, proscrita del texto constitucional en el 2010.
Emocionado ante aquel despliegue de pleitesía, Leonel Fernández dijo textualmente, según publicaron los medios de prensa: “Este es un acto magnífico, muy bien organizado y sin precedentes en la historia política del pueblo dominicano”.
Su discurso de entonces fue más elusivo y, al mismo tiempo, más pleno de implícitos que nunca antes, y era entendible: no estaba dirigido a aquella masa enfervorizada que lo aclamaba, sino, y sobre todo, a los sectores sociales de poder que, era secreto a voces, recelaban de la estrategia de Fernández de convertir a sus socios más cercanos ya no en multimillonarios, sino en reales competidores de los grupos económicos establecidos.
Jugando con las palabras, Fernández omitió hablar claramente de su reelección, pero tampoco era necesario. Aquel acto había sido convocado para pedírsela y él nunca fue tajante en rechazarla. Muy al contrario: “El país entero ha dicho que sí. El país se ha expresado hoy y hemos todos asistido a eso que se llama lademocracia plebiscitaria por iniciativa popular de la República Dominicana. Yo soy el garante de que esos dos millones de firmas se conviertan en votos seguros para el PLD”, fue su declaración, sino de aceptación explícita, si de un firme coqueteo con la idea de reelegirse que solo esperaba las señales de los grupos de poder para hacerse propósito confeso.
Pero había que guardar las formas, menos por estética que por inteligente cálculo. Esa “democracia plebiscitaria” de la que eran expresión el acto y las listas de firmas, no lo obligaba a la definición urgente: “Me permito recoger este apoyo que ustedes me brindan para endorsárselo al Partido de la Liberación Dominicana para que sea el partido el que decida cuál es el futuro que corresponde a la República Dominicana”. Más claro, el agua. Jugaba, mediante un retruécano verbal, a cargar sobre los hombros del PLD –del que se declaró soldado— el curso que ya daba por definido: el país entero había dicho sí y él era el propietario de esa rotunda afirmación.
Porque, ¿qué tenía que decidir entonces el PLD respecto a las candidaturas si ya Danilo Medina estaba en liza, e iba claramente delante de sus competidores Francisco Domínguez Brito, José Tomás Pérez y Radhamés Segura? La elección del candidato estaba fijada, y se celebró, para el 26 de junio, tres meses justos después del acto en el Palacio de los Deportes.
Si Leonel Fernández no concretó su intención de presentarse no fue porque la Constitución votada en 2010 se lo prohibiera de manera expresa (Vincho Castillo ya había propuesto un referendo para reformarla), sino porque su olfato de galgo le dijo al PLD que repetir candidato era un harakiri. Y porque, justo es reconocérselo, el propio Fernández atisbó la tormenta en el horizonte, y supo que lo arrastraría.
Ese es, grosso modo, el final del abortado intento de Leonel Fernández de modificar la Constitución para reelegirse en 2012.
Leonel y reelección de Danilo
Por lo menos en lo que respecta a su cercanía con el poder peledeísta, el embajador y periodista César Medina está libre de toda sospecha. De conformidad con lo que escribe, habla de tú a tú tanto con Fernández como con Medina. Además, hace gala pública de informaciones privilegiadas. Ejemplo son las confidencias que le hiciera Fernández sobre una posible repostulación de su hoy principal antagonista.
“Nada ha cambiado en mi forma de ver las cosas; no hay razón alguna para dejar de creer lo que siempre he creído, que lo ideal para un buen gobierno son dos períodos seguidos”, dice el embajador que le dijo Fernández, y él lo publicó el 29 de junio de 2014.
Preguntado por el embajador si eso significaba que no se opondría a una eventual reelección de Medina, Fernández habría respondido: “No, no me opondría, si eso es lo que determina la mayoría... lo que decide el partido y lo que quiere la gente... Eso es lo que yo siempre he creído: que un Presidente con altos niveles de aceptación debe agotar dos períodos en el poder”.
¿Qué ha cambiado?
Nada ha cambiado. En una sociedad social y políticamente desmovilizada, la simulación y sus extravagancias migran de manera permanente de una coyuntura a otra.
Hoy, para Leonel Fernández y sus seguidores, como para el conjunto de los actores políticos, incluidos los de la llamada oposición, lo dicho ayer nada tiene que ver con que se diga hoy. Es esta una de las cosas que ha traído a primerísimo plano la decisión del CP peledeísta: la facilidad con la que el sistema político convierte el interés espurio en pretendido principio de ética política. Peor aún, en principio “democrático”.
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