Grisbel Medina R.
Fuente, http://www.listindiario.com/
Físicamente el cáncer se lo llevó. Dicen los cercanos que la música de JLG no le faltó en las horas previas a despedirse de las telas, los patrones y la pasarela elegante que construyó. Cuando el mercadeo y la publicidad aún no atiborraban de etiquetas las esquinas del mundo, el diseñador dominicano Oscar de la Renta imprimió su nombre en las referencias privilegiadas de la moda.
Le vimos con primeras damas, actrices, celebridades. Nunca de mal humor ni en actitud de pocos amigos. Al contrario, las luces del espectáculo, alfombras, de la silla VIP, de las rutas en primera clase y el sinfín de aplausos no lograron nublar su mirada, su horizonte y la certeza de saberse un humano con los pies muy pegados a la tierra.
Porque las latas vacías hacen más ruido, las referencias de gente trascendente y silenciosa son poco publicitadas. Hay más de la paja en el medio tratando de ganar espacio a fuerza de codearse con el brillo breve que da la fama coyuntural. En Oscar de la Renta tuvimos un humano apreciado, cotizado y perseguido por el foco del mundo. Era un hombre de atelier acosado por las portadas que supo satisfacer las ñoñerías de monarcas del mundo. Y salir triunfante con su armadura de tacto, humildad y prudencia.
Siendo de una nación recostada en campos de caña y merengue, se paseó por la senda de lo chic sin exigir nunca nada, sin negociar su rostro con las ridiculeces que identifican hoy a ciertas “celebridades” del Photoshop.
Si hay una marca-país dominicana es Oscar de la Renta, el papá de Moisés, el hombre solidario no precisamente por donar tres bates y dos pelotas. Ese hijo de Quisqueya es quien físicamente partió, porque su impronta es de aquellas especies que jamás llega a cubrir el manto de la muerte.
Una oración, un suspiro y una flor para el Oscar que tanto transmitió, enseñó y compartió. Y sumo respeto para la memoria de Oscar, el dominicano que más nos proyectó sin cobrarnos ni un peso de renta.
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