Juan Isidro Inoa
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Especial/Noticias A Tiempo
Cuando hablamos de fidelidad inmediatamente pensamos en una relación de pareja, en un no pegar “cuernos” ni con el pensamiento. Sin embargo hay otras fidelidades que también se deben mantener como es la lealtad a un amigo o amiga, empresa, religión, principios, etc..
Quienes más cacarean fidelidad, lealtades es porque temen de que su infidelidad se muestre en el rostro.
Cuando una mujer está con mucho “cuchi cuchi” y “mi negrito no lo doy por na´”, algo esconde o quiere saber si alguien sabe lo que a escondidas hace.
Esa misma situación se da en la política. La persona leal se mantiene en un perfil bajo. A distancia. Observando cuando su líder lo necesita para acudir al llamado y en ocasiones su perfil es tan bajo que el líder se olvida de él y en los momentos críticos es que recuerdas a aquel que siempre está dispuesto para él.
En cambio, el arribista siempre está al frente de su “líder”. Siempre le grita lealtad. Disposición de morir por él. “Cuidao el que le ponga la mano”, dice, y lo repite tanto que el líder se lo cree y se olvida de los demás y vuelca sobre el cacareador todos sus encantos.
Cuando el cacareador alcanza su meta o el líder cae en desgracia, el primero se separa del segundo buscando nuevas sombras y nuevas escaleras que le permitan avanzar aun sea por encima del cuerpo del que creyó en él (algunos les llaman traición).
Cuando esto ocurre, entonces el líder vuelve al leal de perfil bajo. Al que siempre está. Al que no le cacarea pero si le demuestra lealtad. Mientras el nuevo adulado recibe coyunturalmente el nuevo cacareo con “bombos y platillos”, pero sabiendo lo ocurrido, “duerme como Alberto, con un ojo cerrao y otro abierto”.
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