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jueves, 4 de abril de 2013

No deje que el borracho disponga


Pedro Dominguez Brito
Especial/Noticias A Tiempo
E-mail: josemlct11@gmail.com

República Dominicana.-Un borracho visita la tumba de su compadre a altas horas de la noche. Quiere celebrar el último jumo que se dieron tres días antes, justo cuando el compadre se asfixió con algo que se suponía era una patica de cerdo. 

Pero cuando está a punto de cantarle la canción que ambos preferían (“Que se mueran de envidia” de Javier Solís), escucha una voz que desde otro sepulcro exclama: ¡Por favor, socorro, que no puedo respirar!

El beodo, asustado, se dirige al lugar y mira asombrado que desde el suelo sobresale apenas una mano implorando auxilio.

-¡Ayúdenme, sáquenme, que tengo toda mi vida aquí enterrado!-, grita el infortunado desde las profundidades.

-¡Mire, charlatán! -interrumpie el borracho- ¡Si usted estuviera vivo se esforzaría más por salir a la superficie, porque sólo está a medio metro de ella! ¡Usted no está vivo nada, usted lo que está es mal enterrado!

E inmediatamente procede a pisar fuertemente, una y otra vez, la mano del desamparado, hasta que sus cinco dedos quedan bajo tierra y su voz se esfuma en la oscuridad.

No son pocos los que están muertos sin saberlo. Carecen de la mínima iniciativa. Viven ocultos del sol y temerosos del viento. Y lo peor es que se momifican por tanto tiempo que ya no tienen oportunidad de resucitar.

¿Cuántos de nosotros, todos los días nos perdemos en lo cotidiano y nuestro tiempo se va en dormir, comer, ir al baño, trabajar, sudar y preocuparnos por lo mismo?

¡Qué triste es pasarse la vida sin tener imaginación y decisión! ¡Qué emocionante es 

¡Qué lamentable es vivir sin grandes metas, porque nadie llega más allá de lo que se propone! ¡Ay de aquellos que se autoestancan y son simple masa que moldea a su antojo el panadero de la vida! 

¡Ay de los que no se emocionan con la risa de un niño o no se les retuerce el corazón cuando contemplan el dolor ajeno!

No nos conformemos con levantar la mano para pedir ayuda. Dependamos de nuestro propio esfuerzo para triunfar.

Y si usted es de esos que pasan por el mundo sin pena ni gloria, no le pida al borracho que le salve. Húndase en la tierra del olvido, sumergido en el lodo por las pisadas de la vida. Total, que de usted nadie se acordará, ni siquiera los bichos del cementerio.

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