José Manuel Castillo, director Noticias A Tiempo. Whatsapp: 8098160105, josemlct11@hotmail.com. Santiago, República Dominicana.

sábado, 23 de marzo de 2013

Relatos de Inmigrantes: Cocuyos de factoría

Sergio Reyes
Especial/Noticias A Tiempo
E-mail: josemlct11@gmail.com 

República Dominicana.- Apretujados hasta más no poder, alineados en los destartalados asientos de la furgoneta y sintiendo en las costillas los inmisericordes latigazos del metal de la carrocería, van recorriendo calles, avenidas y autopistas.

Una leve penumbra, impregnada de bostezos y cuchicheos a media voz que evocan procedencias y regionalismos, caracteriza el ambiente que predomina entre los ocupantes del atestado vehículo.

Sin embargo los centelleantes fulgores que despiden las pantallas de diversos teléfonos celulares indican que, a pesar del silencio imperante, con un ingenioso murmullo expresado por medio de mensajes de texto, intercambio de imágenes, videos y sabrá Dios cuantos otros engendros de la tecnología digital, desde otra dimensión se mantiene latente y llena de vigor la magia de la comunicación.

Con la avidez y urgencias del momento dejan volar imaginación y sentimientos. Hablan de proyectos, ilusiones, promesas rotas y metas por cumplir. Se aferran -algunos- a la esperanza cifrada en los juramentos de amor deletreados a toda prisa -y sin corregir- en la diminuta pantalla fluorescente que, al igual que el papel de marras, 'lo aguanta todo'.

Otros, los menos, quizás, pero miembros por igual de este singular conglomerado de cibernautas, se deleitan escuchando las canciones de moda, dando un vistazo a los noticieros digitales o revisando su almacenamiento de imágenes y videos, entre otras minucias.

Y emulando con sus relampagueos a un frenético enjambre de titilantes cocuyos, el armatoste sigue adelante en su raudo desplazamiento por la congestionada autopista, atravesando la neblina que invade la serpentina de asfalto y compite con la luminosidad de los faroles del vehículo.

De tal suerte, sorteando la peligrosidad de los camiones, las curvas y elevados, el conductor llega, por fin, a su destino.

Se desmontan en tropel, estirando los entumecidos miembros y bostezando para desperezarse y volver a la realidad.

Esa cruda realidad, que les espera con una mezcla de espanto e incertidumbre, se avizora más allá del anchuroso estacionamiento con espacios reservados para los vehículos de los altos ejecutivos y funcionarios medios.

Envueltos en abrigos, arrastrando mochilas y otros tereques que almacenan fiambres, guisos y diversos comestibles que han de ser degustados en su momento, pasan ordenadamente por la entrada de chequeo y a partir de este punto, dejarán atrás las ataduras, promesas e ilusiones que les acompañaron en el incierto recorrido por el que hubieron de transitar para llegar a este lugar.

Y sin dar tiempo a saludos ni ceremonias, siguiendo las reglas y bajo la omnipresente mirada del Manager, el Supervisor de turno recibe a su cuadrilla, disgrega a los más dicharacheros y forma los equipos en quienes descansará la jornada que se avecina.

Un maremágnum de voces, matizadas con ademanes y gestos obscenos, racistas y ofensivos recibe a los recién llegados, quienes, ante el impacto, optan por escuchar las directrices, aguzar el oído para desentrañar las instrucciones recibidas y cuidarse de cometer algún error fatal que pudiese costarles el cargo.

La madrugada ha dado paso a la mañana y ésta le franquea la entrada al mediodía. Entre tareas y con la permanente presencia del Supervisor pisándoles los talones -a veces colérico e impaciente, en ocasiones, locuaz y benevolente-, los bisoños jornaleros ver acercarse el receso del almuerzo, empapados de sudor, los miembros adoloridos y los nervios en tensión, maldiciendo por lo bajo las expectativas que en momentos de arrebato y desesperación les empujaron hasta este lugar, que alguien bautizó una vez como “el país de las oportunidades”.

Los días transcurren siguiendo un curso inexorable que no permite más que ajustar la hora en el despertador y preparar de antemano las viandas que con su riqueza de sazones y especias han de inundar el área del Comedor de Empleados.

Al margen de comidillas, intercambio de impresiones y la valoración de la cruda realidad que les envuelve, anotarán las jornadas trabajadas, Horas extras y otros ingresos que les correspondan y con la casi totalidad de sus salarios, haciendo recortes y padeciendo penurias y limitaciones, luego de agotar la fila del Cashier, procederán a enviar a los familiares, convertido en remesas, el fruto de sus desvelos.

Y manoseando el exiguo restante destinado a cubrir los gastos de la venidera semana de labor, se van trotando por las calles, rumiando historias y chismes de la factoría, a jugar una partida de dominó en el cuchitril en donde se aloja uno de ellos.

Bajo el influjo de las chelas y generosos tragos de aguardiente, nostálgicos y atolondrados por la música y la melancólica voz de algún virtuoso de las rancheras, las bachatas o el vallenato, sus almas volarán, allende el océano, hacia una tierra de playas, palmeras y gente buena en donde les espera un fulgurante cielo perlado de estrellitas, … y el amor de la dueña de sus noches y sus sueños, claro está!!

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