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jueves, 30 de abril de 2020

¿Estás cambiando de verdad?

Néstor Estévez.
Por Néstor Estévez/Noticias A Tiempo

Ya es muy difícil que alguien se atreva a plantear que todo permanece estático. Se asume que si algo es permanente es precisamente el cambio.

Por supuesto, el tema también se presta a ciertas interpretaciones y hasta a algunas acciones. Entre esas jugarretas podemos citar la expresión de “cambiar y cambiar para que todo siga igual”. Es evidente que, para quien sienta comodidad en una determinada posición y ante ciertas circunstancias, no interesa para nada someterse a cambio alguno.


De otro lado, para quien está en una posición que implique llevar una incómoda carga, se vuelve urgente y hasta imprescindible que –al precio que sea- ocurra algún cambio.

Independientemente de una u otra posición, lo real es que –como escribiera un músico y compositor chileno, con raíces judías (Julio Numhauser), y popularizara la argentina Mercedes Sosa- “cambia lo superficial / cambia también lo profundo / cambia el modo de pensar / cambia todo en este mundo”.

Ante los cambios, hay quienes asumen actitud pasiva. Quienes adoptan acciones ante los cambios suelen ser clasificados en tres grupos que citaré de mayor a menor: el grupo más numeroso está formado por personas reactivas (muchas de ellas se oponen de manera tajante a los cambios), el grupo intermedio procura adelantarse a los cambios (personas preactivas), y un grupo muy reducido (integrado por personas proactivas) se encarga de generar los cambios. Entre reactivas y preactivas encontramos a quienes asumen procesos adaptativos.

Quienes venimos del siglo y milenio pasados hemos visto y vivido grandes, abundantes y significativos cambios. Pero según investigadores y estudiosos, ningún cambio de los últimos cincuenta años había logrado el impacto del provocado por el virus SARS-CoV-2 (el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave), que el común de las personas conoce como “Covid-19” (nombre de la enfermedad que produce) o sencillamente como “coronavirus” (nombre común de una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos).

Los actuales cambios, que tienen como motor principal (visible) el nuevo virus, que comenzó como un aparente caso lejano, en una zona de China que hasta hace poco era casi absolutamente desconocida para el mundo occidental (Wuhan), expandiéndose hasta convertirse en pandemia, han dado oportunidad para mostrar lo peor y lo mejor de la humanidad.

Con poco esfuerzo podemos encontrar a quien se aprovecha de la crisis para acumular, para vender a sobreprecio (entre otras expresiones vergonzosas de degradación humana). Por fortuna, también podemos encontrar a quienes ponen en riesgo su salud, la de su familia y hasta su vida para ayudar a quien precisa de apoyo.

Hay quienes plantean que el futuro, o será verde o no será. Y lo hacen en atención a la respuesta del planeta como resultado de tener en confinamiento a la mayor parte de los seres humanos. Lo hacen porque en este período se ha evidenciado que la Tierra no nos necesita (incluso, estaría mejor sin nosotros), y nosotros sí necesitamos (irremediablemente) al planeta.

Hay quienes vamos más allá, planteando que se requiere calificar para un mundo en gestación y a punto de nacer. Nos referimos a un mundo que use como punto de partida algunas preguntas que necesita hacerse cada ser humano (preguntas para ti y para mi), después de detenerse, superar el miedo y pasar a las etapas de aprendizaje y crecimiento: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi propósito? ¿Cómo es mi trato con mi entorno (destacando a las personas y al resto de la naturaleza)? ¿Qué hago para sentir felicidad? ¿Para qué soy bueno? ¿Qué puedo ofrecer (que sea valioso)? ¿Cuáles cambios espero de los demás? Y yo, ¿qué voy a cambiar?

Luego de esas preguntas y nuestras respuestas (tuyas y mías, reales, con hechos) quedarían dos posibilidades: de un lado, el trazado de una senda hacia un real cambio para mejor; de otro lado, una especie de sentencia de un prominente médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, que además fue figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis, Carl Gustav Jung. Él plantea: “Quienes no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el daño de lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”.

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