José Manuel Castillo, director Noticias A Tiempo. Whatsapp: 8098160105, josemlct11@hotmail.com. Santiago, República Dominicana.

lunes, 17 de junio de 2013

Presentación a la segunda edición del libro El Reinado de Vincho Castillo

Libro El Reinado de Vincho Castillo.Ariel Díaz-Alejo/ Acento.com.do
"Uno de los grandes errores cometidos por el país, hay que decirlo hoy, 15 años después de que lo dije en la primera edición de este libro, fue la designación del doctor Castillo al frente de una lucha tan delicada, tan importante, que necesitaba tanta concertación social"

El 1 de mayo de 1998, a las 7 de la noche, fue puesto a circular este libro en su primera versión. Lo presentó el sociólogo y amigo Rubén Silié, luego de una traumática gestión para conseguir su puesta en circulación en salones habituales para libros. Entonces no lo conseguí y debí recurrir al Hotel V Centenario.

Antes de que se convirtiera en un libro, fue un proyecto de reportaje periodístico, que mi director de entonces me decía que avanzara y que le entregara el resultado. Cuando los reportajes estuvieron terminados y llegaron a manos del director, éste me dijo que prefería reservarse el derecho de publicarlos.

Insistí. Yo venía de publicar reportajes periodísticos de largo aliento en la revista Rumbo y en el diario El Siglo, y el diario Hoy era un excelente vehículo para dar cobertura a temas ambiciosos. Claro, no era la primera vez que me pasaba eso.

En vez de recular, decidí ir más adelante. Y amplié el espectro de la investigación. Era un reportaje sobre cómo el narcotráfico estaba derrotando a las autoridades oficiales, y cómo la estrategia que se ponía en marcha resultaba imposible de aplicar con una perspectiva cerrada sobre el fenómeno de las drogas.


Uno de los grandes errores cometidos por el país, hay que decirlo hoy, 15 años después de que lo dije en la primera edición de este libro, fue la designación del doctor Castillo al frente de una lucha tan delicada, tan importante, que necesitaba tanta concertación social

República Dominicana era puente de tráfico de drogas. La designación del doctor Marino Vinicio Castillo al frente del Consejo Nacional de Drogas había llegado para agravar el problema, porque él tenía una gran capacidad para instrumentalizar el tema, como previamente había hecho con la reforma agraria y la moralidad pública, y como seguramente haría con las drogas.

Uno de los grandes errores cometidos por el país, hay que decirlo hoy, 15 años después de que lo dije en la primera edición de este libro, fue la designación del doctor Castillo al frente de una lucha tan delicada, tan importante, que necesitaba tanta concertación social y situarse bien lejos del afán de los partidos políticos. Y esa lucha se frustró al ponerla en manos de un hombre peculiar, sofista, embaucador, obcecado, político decimonónico, que enviste sin piedad contra sus adversarios, sean quienes sean, y no contra los narcotraficantes.

¿Cuál es el resultado de su lucha contra las drogas? ¿Qué ha ocurrido con los organismos oficiales que ha dirigido para combatir las drogas? ¿Cómo se han comportado los organismos de inteligencia del Estado ante el fenómeno, cada vez más asfixiante, de las drogas metidas en las entrañas del Estado, de la justicia, del Ministerio Público o de los partidos políticos?

El país ha fracasado en su lucha contra las drogas. Se podrá argumentar que muchos otros países han tenido los mismos problemas, o que nuestros vecinos también han sufrido lo mismo. Respondo con una pregunta ¿Cuál es hoy el estado de las instituciones que luchan contra las drogas o que ponen en marcha las políticas nacionales contra el consumo y tráfico de drogas y el lavado de activos? Lamentable.

Hubo un momento en que la fusión era de tal magnitud que comenzó a crearse una especie de fantasma y de un zar contra las drogas que era el doctor Castillo. ¿Dónde están sus hazañas, dónde están sus logros? Casi 20 años después no es posible verlos sino en la calamidad en la que se encuentra la sociedad dominicana, afectada por una delincuencia brutal, que es el resultado de la expansión y popularización de las drogas, sin que haya un supermán que controlase ese derrotero.

Hablo de las políticas antidrogas y del político que fue designado para hacerle frente.

Un político es lo que ha sido y lo que sigue siendo. Lo que expresa la historia de su conducta, de sus ideas, de su racionalidad, temperamento y hasta de su capacidad para reconocer que se ha equivocado.

Hoy es 14 de junio. Fecha memorable en la historia dominicana. Cuando los patrióticas que desembarcaron por Maimón Constanza y Estero Hondo estaban siendo acribillados o torturados, el hoy protagonista de las drogas era un funcionario de la dictadura de Trujillo, un pistolero que aterrorizaba comunidades como San Francisco de Macorís y La Vega, un tribuno graduado en 1954 en la Universidad de Santo Domingo, que se exhaltaba contra la juventud antitrujillista, que denigraba a los jóvenes como Manolo Tavárez Justo, Leandro Guzmán o las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.

Como lo verán en el libro, el hombre que muerto ya Trujillo hacía varios meses hablaba “del gran Titán” y promovía la continuidad de la dictadura a través de Ramfis, porque este era “el hijo brillante del más insigne varón americano”.

Ustedes que están aquí tienen que conocer la naturaleza, el material humano que estamos describiendo. El 4 de agosto de 1961, siendo diputado, Castillo dijo: Yo sinceramente siento lástima por los hombres que tendrán la penosa tarea de desmentirse a sí mismos. Toda explicación que el sujeto tenga que hacer acerca de su conducta anterior para moralizar cuanto se afirma hoy, resulta una tarea triste. Por el contrario, los hombres que fuimos amigos de Trujillo teníamos que soportar el calificativo de aduladores de su persona y de su obra. Esto en vida del Titán”.

Por esa razón, por ese pensamiento que todavía sobrevive al paso de los años, es que el doctor Marino Vinicio Castillo nunca ha pedido perdón a la sociedad dominicana por sus desmanes en la dictadura de Trujillo.

En Francia, en Alemania, en Italia, en España, incluso en países de América Latina donde hubo comisiones de la verdad, los gobiernos, los políticos, incluso los intelectuales que apoyaron las dictaduras que allí se establecieron pidieron perdón a sus países. Hicieron actos de contrición, y trataron de que los actos de pedir perdón fueran sinceros. En el caso dominicano, y en particular en este personaje, ni ha pedido perdón, ni ha mostrado pesar por sus acciones, ni piensa hacerlo. Ahora intenta imponer sus puntos de vista con la ayuda de los gobiernos que ha utilizado para instrumentalizar los temas sobre los que se ha montado.

Son muchas las vesanias y maldades que se han prohijado en la lucha contra las drogas.

Aunque ustedes no lo crean, fallecido José Francisco Peña Gómez, el doctor Castillo declaró al periodista Panky Corcino lo siguiente: “Peña Gómez y yo fuimos amigos, muy buenos amigos hasta un tiempo”.

Observen una idea expresada por él de ese amigo: Brioso potro desbridable, tornadizo y torvo, tachonado de enfermizas adhesiones…Tal liderazgo resulta ser una gigantesca cantera de lava social reprimida, tonante, amenazador, airado, susceptible de sentirse herido por nimias descortesías…No ajeno a secretos pruritos de superstición…en resumen, un mal social y político a ser superado”.

¿Quieren más? No es necesario.

Vuelvo a lo que me interesa que quede de esta segunda puesta en circulación. Acudí a por lo menos tres instituciones académicas y la única que me recibió con sincera y democrática apertura fue la UASD. Le agradezco al rector Aquino Mateo Febrillet por su valentía y disposición.

La Biblioteca Nacional, que es un lugar público, que se construyó y reconstruyó con fondos públicos, y donde se supone debe haber disposición al debate de las ideas, luego de aceptar que allí se pusiera a circular este libro, lo negó rotundamente el director.

Para finalizar, quiero decir algo sobre el miedo.

La sociedad dominicana, pese a los avances democráticos que hemos tenido, sigue siendo dominada por el miedo, por lo menos por ciertos miedos a los chantajes, a los acosos, a las trapisondas y al uso de los organismos estatales para realizar maldades. A eso es que la gente teme.

Algunos entienden que no pueden o no deben caer en la lengua de Vincho, y hacen lo que sea, como en la dictadura de Trujillo, para no ser señalados.

Esos tiempos pasaron. Y que bueno que haya sido así, y que lo que hemos visto y estamos viendo en torno a este libro sea solo el rezago de un miedo que fue sepultado con el cadáver de Trujillo.

No soy un hombre valiente, ni quiero dármela de guapo. Nunca me ha caracterizado ese tipo de sentimiento. Estoy convencido de que el trabajo, la humildad, la paciencia y la mansedumbre son valiosos instrumentos contra la soberbia, la premura y la prepotencia del poder.

Si viviéramos en los tiempos de la dictadura de Trujillo habría que temer a las actuaciones del doctor Castillo. Muchos temían en esa época a sus actuaciones y acusaciones. Pero estamos en un gobierno democrático, con una justicia que presume de independiente, con partidos políticos diversos, con una sociedad empoderada, y especialmente con una juventud pujante, deseosa de aportar en un país donde quienes han gobernado han sido los viejos. El doctor Castillo es un ejemplo de lo que decimos.

Me dirán que muchas personas han sido asesinadas en la era democrática, y que incluso hubo jefes de la Policía que se dedicaron a cazar ciudadanos. El ejemplo más terrible en el periodismo es el crimen contra el periodista Orlando Martínez, el 17 de marzo de 1975. Los asesinos de Orlando, sin embargo, fueron juzgados y uno de ellos, siendo general, murió en la cárcel.

Hay que escudarse muy bien para matar a un ciudadano. Es cierto que cualquiera cae víctima de un robo vulgar, que puede ser planeado, o aplastado por un camión, pero aún así, siempre será más complicado planear y ejecutar un crimen de alguien por las ideas que exprese, que matarlo porque esté metido en una banda de facinerosos.

El miedo que debemos temer es al del silencio de la sociedad, a la indiferencia sobre los políticos, que hacen y deshacen sin consecuencias. El miedo que debemos temer es al silencio de los medios, que van dejando fuera los grandes temas del desarrollo del país, porque hay intereses cruzados. El miedo a que una nueva sombra dictatorial, más sutil, más sinuosa y más inteligente, absorba a la sociedad dominicana.
Muchas gracias.
14 de junio 2013
UASD, Biblioteca Pedro Mir, Salón de Orientación

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