Siempre, desde que lo visité con prisa en 1997 y regresé en 2001, el Sur que también existe me fascinó y embrujó. Y no se trató de pócimas secretas ni rituales liboristas o carnavalescos. Bastaron sus aguas frías y su azul turquesa marino, la carretera interminable, la montaña besando la playa, el horizonte infinito colmando la mirada.
Y ahora, volver por tercera vez a Barahona y confirmar para siempre sus escondidos. Su siempre azul turquesa costa de 44 kilómetros. Las montañas que destilan verdor, los rabos de nube que ofrece gratis Cachote, los cementerios marinos de Paraíso, Los Patos y Enriquillo; la humedad boscosa donde habita la Jibijoa.
Barahona no se limita a la producción de divas como María Montez y Casandra Damirón. Barahona es también magnético en su Polo, aromático y orgánico en su café, grande y majestuosa como sus plátanos.
f, del sol con san luis
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